sábado, 31 de enero de 2009

2 de Febrero La presentación de Jesús en el Templo



LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO Y LA PURIFICACIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA


El relato de este hermoso hecho lo podemos leer en San Lucas, Capítulo 2, vs. 22-39.

La Ley de Moisés mandaba que a los 40 días de nacido un niño fuera presentado en el templo. Hoy dos de febrero se cumplen los 40 días, contando desde el 25 de diciembre, fecha en la que celebramos el nacimiento de Jesús.

Los católicos hemos tenido la hermosa costumbre de llevar los niños al templo para presentarlos ante Nuestro Señor y la Santísima Virgen. Esta es una costumbre que tiene sus raíces en la Santa Biblia. Cuando hacemos la presentación de nuestros niños en el templo, estamos recordando lo que José y María hicieron con el Niño Jesús.

La Ley de Moisés mandaba que el hijo mayor de cada hogar, o sea el primogénito, le pertenecía a Nuestro Señor y que había que rescatarlo pagando por él una limosna en el templo. Esto lo hicieron María y José.

Por mandato del Libro Sagrado, al presentar un niño en el templo había que llevar un cordero y una paloma y ofrecerlos en sacrificio al Señor (el cordero y la paloma son dos animalitos inofensivos e inocentes y su sangre se ofrecía por los pecados de los que sí somos ofensivos y no somos inocentes. Jesús no necesitaba ofrecer este sacrificio, pero quiso que se ofreciera porque El venía a obedecer humildemente a las Santas Leyes del Señor y a ser semejante en todo a nosotros, menos en el pecado).

La Ley decía que si los papás eran muy pobres podían reemplazar el cordero por unas palomitas. María y José, que eran muy pobres, ofrecieron dos palomitas en sacrificio el día de la Presentación del Niño Jesús.

En la puerta del templo estaba un sacerdote, el cual recibía a los padres y al niño y hacía la oración de presentación del pequeño infante al Señor.

En aquel momento hizo su aparición un personaje muy especial. Su nombre era Simeón. Era un hombre inspirado en el Espíritu Santo. Es interesante constatar que en tres renglones, San Lucas nombra tres veces al Espíritu Santo al hablar de Simeón. Se nota que el Divino Espíritu guiaba a este hombre de Dios.

El Espíritu Santo había prometido a Simeón que no se moriría sin ver al Salvador del mundo, y ahora al llegar esta pareja de jóvenes esposos con su hijito al templo, el Espíritu Santo le hizo saber al profeta que aquel pequeño niño era el Salvador y Redentor.

Simeón emocionado pidió a la Sma. Virgen que le dejara tomar por unos momentos al Niño Jesús en sus brazos y levantándolo hacia el cielo proclamó en voz alta dos noticias: una buena y otra triste.

La noticia buena fue la siguiente: que este Niño será iluminador de todas las naciones y que muchísimos se irán en favor de él, como en una batalla los soldados fieles en favor de su bandera. Y esto se ha cumplido muy bien. Jesús ha sido el iluminador de todas las naciones del mundo. Una sola frase de Jesús trae más sabiduría que todas las enseñanza de los filósofos. Una sola enseñanza de Jesús ayuda más para ser santo que todos los consejos de los psicólogos.

La noticia triste fue: que muchos rechazarán a Jesús (como en una batalla los enemigos atacan la bandera del adversario) y que por causa de Jesús la Virgen Santísima tendría que sufrir de tal manera como si una espada afilada le atravesara el corazón. Ya pronto comenzarán esos sufrimientos con la huida a Egipto. Después vendrá el sufrimiento de la pérdida del niño a los 12 años, y más tarde en el Calvario la Virgen padecerá el atroz martirio de ver morir a su hijo, asesinado ante sus propios ojos, sin poder ayudarlo ni lograr calmar sus crueles dolores.

Y Jesús ha llegado a ser como una bandera en una batalla: los amigos lo aclaman gritando "hosanna", y los enemigos lo atacan diciendo "crucifícale". Y así ha sido y será en todos los siglos. Y cada vez que pecamos lo tratamos a El como si fuéramos sus enemigos, pero cada vez que nos esforzamos por portarnos bien y cumplir sus mandatos, nos comportamos como buenos amigos suyos.

Después de este interesante hecho de la Presentación de Jesús en el templo, la Virgen María meditaba y pensaba seriamente en todo esto que había escuchado.

Ojalá también nosotros pensemos, meditemos y saquemos lecciones de estos hechos tan importantes.

Fiesta de la Purificación de María Santísima

En esta fecha, no sólo se conmemora la purificación de nuestra Madre sino también, un segundo gran misterio: la presentación de Nuestro Redentor en el templo. Además de la ley que obligaba a purificarse, había otra que ordenaba ofrecer a Dios al primogénito, aunque posteriormente podía ser rescatado por cierta suma de dinero. María cumplió estrictamente con todas esas ordenanzas.

Permaneció 40 días en su casa sin dejarse ver, absteniéndose de entrar al templo y de participar en las ceremonias de culto. Luego se dirigió a Jerusalén con su hijo en brazos, hizo sus ofrendas como acción de gracias y para su expiación, presentó a su Hijo, por manos del sacerdote a su Padre Celestial y luego lo rescató por cinco shekels recibiéndolo de nuevo en sus brazos hasta que el Padre volviera a reclamarlo. Sin duda alguna, Cristo nos dio un ejemplo de humildad, obediencia y devoción al renovar públicamente la propia oblación al Padre como El lo había hecho en su Encarnación.

viernes, 30 de enero de 2009

San Juan Bosco


San Juan Bosco, Presbítero, 31 de Enero

Presbítero
Enero 31

San Juan Bosco nació el 16 de agosto de 1815 en Castelnuovo de Asti, y recibió de su madre Margarita Occhiena una sólida educación cristiana y humana. Dotado de inteligencia, memoria, voluntad y agilidad física no comunes, desde niño fue seguido por sus coetáneos, a quienes organizaba juegos que interrumpía al toque de las campanas para llevarlos a la iglesia. Fue ordenado sacerdote en Turín en 1841, y allí comenzó su actividad pastoral con San José Cafasso.Su programa, o mejor, su pasión era la educación de los jóvenes, los más pobres y abandonados. Reunió un grupito que llevaba a jugar, a rezar y a menudo a comer con él. La incómoda y rumorosa compañía de Don Bosco (así se lo llamaba y se lo llama familiarmente) tenía que estar cambiando de lugar continuamente hasta que por fin encontró un lugar fijo bajo el cobertizo Pinardi, que fue la primera célula del Oratorio. Con la ayuda de mamá Margarita, sin medios materiales y entre la persistente hostilidad de muchos, Don Bosco dio vida al Oratorio de San Francisco de Sales: era el lugar de encuentro dominical de los jóvenes que quisieran pasar un día de sana alegría, una pensión con escuelas de arte y oficios para los jóvenes trabajadores, y escuelas regulares para los estudios humanísticos, según una pedagogía que sería conocida en todo el mundo como “método preventivo” y basada en la religión, la razón y el amor. “La práctica del método preventivo se base toda en las palabras de San Pablo que dice: La caridad es benigna y paciente; sufre todo, pero espera todo y aguanta todo”.
Para asegurar la continuidad de su obra, San Juan Bosco fundó la Pía Sociedad de San Francisco de Sales (los Salesianos) y Hijas de María Auxiliadora (las Salesianas). Fue un fecundísimo escritor popular, fundó escuelas tipográficas, revistas y editoriales para el incremento de la prensa católica, la “buena prensa”. Aunque ajeno a las luchas políticas, prestó su servicio como intermediario entre la Santa Sede, el gobierno italiano y la casa Saboya.Fue un santo risueño y amable, se sentía “sacerdote en la casa del pobre; sacerdote en el palacio del Rey y de los Ministros”. Buen polemista contra la secta de los Valdeses, según la mentalidad del tiempo, nunca se avergonzó de sus amistades con los protestantes y los hebreos de buena voluntad: “Condenamos los errores, escribió en el “Católico”, pero respetamos siempre a las personas”. San Juan Bosco murió el 31 de enero de 1888 y fue canonizado por Pío XI en 1934.

Trabajé siempre con amor

De las cartas (Epistolario, Turín 1959, 4, 201-203)

Si de verdad buscamos la auténtica felicidad de nuestros alumnos y queremos inducirlos al cumplimiento de sus obligaciones, conviene, ante todo, que nunca olvidéis que hacéis las veces de padres de nuestros amados jóvenes, por quienes trabajé siempre con amor, por quienes estudié y ejercí el ministerio sacerdotal, y no sólo yo, sino toda la Congregación salesiana.

¡Cuántas veces, hijos míos, durante mi vida, ya bastante prolongada, he tenido ocasión de convencerme de esta gran verdad! Es más fácil enojarse que aguantar; amenazar al niño que persuadirlo; añadiré incluso que, para nuestra impaciencia y soberbia, resulta más cómodo castigar a los rebeldes que corregirlos, soportándolos con firmeza y suavidad a la vez.

Os recomiendo que imitéis la caridad que usaba Pablo con los neófitos, caridad que con frecuencia los llevaba a derramar lágrimas y a suplicar, cuando los encontraba poco dóciles y rebeldes a su amor.

Guardaos de que nadie pueda pensar que os dejáis llevar por los arranques de vuestro espíritu. Es difícil, al castigar, conservar la debida moderación, la cual es necesaria para que en nadie pueda surgir la duda de que obramos sólo para hacer prevalecer nuestra autoridad o para desahogar nuestro mal humor.

Miremos como a hijos a aquellos sobre los cuales debemos ejercer alguna autoridad. Pongámonos a su servicio, a imitación de Jesús, el cual vino para obedecer y no para mandar, y avergoncémonos de todo lo que pueda tener incluso apariencia de dominio; si algún dominio ejercemos sobre ellos, ha de ser para servirlos mejor.

Éste era el modo de obrar de Jesús con los apóstoles, ya que era paciente con ellos, a pesar de que eran ignorantes y rudos, e incluso poco fieles; también con los pecadores se comportaba con benignidad y con una amigable familiaridad, de tal modo que era motivo de admiración para unos, de escándalo para otros, pero también ocasión de que muchos concibieran la esperanza de alcanzar el perdón de Dios. Por esto, nos mandó que fuésemos mansos y humildes de corazón.

Son hijos nuestros, y, por esto, cuando corrijamos sus errores, hemos de deponer toda ira o, por lo menos, dominarla de tal manera como si la hubiéramos extinguido totalmente.

Mantengamos sereno nuestro espíritu, evitemos el desprecio en la mirada, las palabras hirientes; tengamos comprensión en el presente y esperanza en el futuro, como nos conviene a unos padres de verdad, que se preocupan sinceramente de la corrección y enmienda de sus hijos.

En los casos más graves, es mejor rogar a Dios con humildad que arrojar un torrente de palabras, ya que éstas ofenden a los que las escuchan, sin que sirvan de provecho alguno a los culpables.

Oración. Oremos:

Señor, tú que has suscitado en san Juan Bosco un padre y un maestro para la juventud, danos también a nosotros un celo infatigable y un amor ardiente, que nos impulse a entregarnos al bien de los hermanos y a servirte a ti en ellos con fidelidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

2009:Año de Oración por la Vida

Con el lema “Bendito sea el fruto de tu vientre”
Oración por la vida
en los lugares de culto

Preces ante
el santísimo sacramento
Señor Jesús, cada vez que nos reunimos para celebrar el misterio pascual de
tu amor escuchamos tus palabras: «Esto es mi Cuerpo, que será entregado
por vosotros».
Tú las pronunciaste para mostrarnos el significado de tu amor para con no-
sotros, un amor que te llevó a entregar tu vida para que nosotros tuviéramos
tu misma vida. Tú también las pronunciaste para que comprendamos el sig-
nificado del amor que nos pides para con los demás, un amor que nos lleva a
entregarnos completamente para que otros puedan vivir.
Sin embargo, hay muchos que no escuchan tu palabra y justifican atentados
contra la vida humana.
Señor Jesús, creemos y proclamamos que Tú, el Hijo de Dios que por no-
sotros te hiciste hombre en el seno de la Virgen María, y que por nosotros
entregaste tu vida en la cruz, estás realmente presente en este Santísimo Sa-
cramento. Escucha las súplicas que te dirigimos para que el Evangelio de la
vida sea acogido, celebrado y anunciado por todos los hombres:
− Señor: en la Eucaristía nos entregas tu vida por amor. Enséñanos y concé-
denos amar como Tú para dar vida al mundo.
Oh Cristo, pan vivo bajado del cielo, escucha nuestra oración.
– Que los gobiernos y los legisladores protejan eficazmente el derecho fun-
damental a la vida.
Oh Cristo, pan vivo bajado del cielo, escucha nuestra oración.
– Que las familias sean escuela de amor y aprecio por el don de la vida de
todo ser humano.
Oh Cristo, pan vivo bajado del cielo, escucha nuestra oración.
– Que los científicos y los profesionales de la sanidad apoyen siempre la vida
y rechacen toda práctica que atente contra la dignidad o la vida de las per-
sonas.
Oh Cristo, pan vivo bajado del cielo, escucha nuestra oración.
– Que las futuras madres en dificultades encuentren el apoyo que necesitan y
reciban soluciones positivas y eficaces para proteger la vida de sus hijos.
Oh Cristo, pan vivo bajado del cielo, escucha nuestra oración.
– Que cuantos apoyan cualquier atentado contra la vida humana sean curados de su ceguera.
Oh Cristo, pan vivo bajado del cielo, escucha nuestra oración.
– Que en nuestra sociedad se defienda siempre el valor sagrado de la vida
de los ancianos y enfermos graves. Para que nunca les falte la esperanza y
las ayudas necesarias.
Oh Cristo, pan vivo bajado del cielo, escucha nuestra oración.
– Que a los moribundos no les falte la cercanía de sus seres queridos y, en
caso necesario, los cuidados paliativos que les permitan aliviar el dolor y
vivir con serenidad el final de esta vida.
Oh Cristo, pan vivo bajado del cielo, escucha nuestra oración.
Oh Cristo, pan vivo bajado del cielo,
te adoramos y te glorificamos,
porque encontramos en Ti la fuente de la vida eterna.
Escucha nuestra oración
y haznos apóstoles intrépidos del Evangelio de la vida,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria del Dios Creador y amante de la vida.
Amén.
O bien:
– Que la Iglesia sepa anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro
tiempo el Evangelio de la vida.
Oh Cristo, danos la “luz de la vida”

− Cristo Jesús: en la Eucaristía te adoramos como Señor y Rey de reyes.
Ilumina a nuestros gobernantes para que defiendan la vida desde su con-
cepción hasta su muerte natural.
Oh Cristo, danos la “luz de la vida”
− Señor: en la Eucaristía nos enseñas a caminar en la luz del amor. Ilumina
a las mujeres que han concebido un hijo para que recorran el camino de la
vida y encuentren las ayudas necesarias.
Oh Cristo, danos la “luz de la vida”
− Cristo Jesús: Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, derrama tu mise-
ricordia sobre las personas que promueven o participan en el aborto, la eutanasia o
cualquier atentado a la dignidad de la persona.
Oh Cristo, danos la “luz de la vida”
− Señor Jesús: en la Eucaristía nos amas hasta el extremo. Te presentamos a todas
las personas que no encuentran una razón para vivir. Que descubran la esperanza
en tu amor.
Oh Cristo, danos la “luz de la vida”
− Señor: en la Eucaristía te manifiestas como la Verdad encarnada. Guía a los cientí-
ficos y profesionales de la medicina para que apoyen siempre la vida y rechacen toda
práctica contraria a la dignidad del ser humano.
Oh Cristo, danos la “luz de la vida”
− Señor Jesús: en la Eucaristía te manifiestas como el Esposo de la Iglesia. Concede
a los matrimonios el don de tu gracia y a las familias ser el santuario de la vida.
Oh Cristo, danos la “luz de la vida”
− Cristo Jesús: en la Eucaristía nos sales al encuentro revestido de pobreza y humil-
dad. Bendice a las personas que sufren necesidades materiales.
Oh Cristo, danos la “luz de la vida”
− Señor Jesús: en la Eucaristía eres el Pan que da la vida eterna. Líbranos del pecado
que lleva a la muerte, concédenos la vida de tu gracia y a nuestros difuntos el gozo
eterno.
Oh Cristo, danos la “luz de la vida”
− Señor: en la Eucaristía eres Luz del mundo y Vida de los hombres. Concédenos
caminar como hijos de la luz y ser testigos del Evangelio de la vida.
Oh Cristo, danos la “luz de la vida”

miércoles, 28 de enero de 2009

Santo Tomás de Aquino (28 de Enero de 2009)

Oración de Santo Tomás de Aquino al Santísimo Sacramento

¡Oh, Santísimo Jesús, que aquí sois verdaderamente Dios escondido; concededme desear ardientemente, buscar prudentemente, conocer verdaderamente y cumplir perfectamente en alabanza, y gloria de vuestro nombre todo lo que os agrada.
Ordenad, ¡oh Dios mío!, el estado de mi vida; concededme que conozca lo que de mí queréis y que lo cumpla corno es menester y conviene a mi alma. Dadme, oh Señor Dios mío, que no desfallezca entre las prosperidades y adversidades, para que ni en aquellas me ensalce, ni en éstas me abata.
De ninguna cosa tenga gozo ni pena, sino de lo que lleva a Vos o aparta de Vos.
A nadie desee agradar o tema desagradar sino a Vos.
Séanme viles, Señor, todas las cosas transitorias y preciosas todas las eternas.
Disgústeme, Señor, todo gozo sin Vos, y no ambicione cosa ninguna fuera de Vos. Séame deleitoso, Señor, cualquier trabajo por Vos, y enojoso el descanso sin Vos.
Dadme, oh Dios mío, levantar a Vos mi corazón frecuente y fervorosamente, hacerlo todo con amor, tener por muerto lo que no pertenece a vuestro servicio, hacer mis obras no por rutina, sino refiriéndolas a Vos con devoción.
Hacedme, oh Jesús, amor mío y mi vida, obediente sin contradicción, pobre sin rebajamiento, casto sin corrupción, paciente sin disipación, maduro sin pesadumbre, diligente sin inconstancia, temeroso de Vos sin desesperación, veraz sin doblez; haced que practique el bien sin presunción que corrija al prójimo sin soberbia, que le edifique con palabras y obras sin fingimientos.
Dadme, oh Señor Dios mío, un corazón vigilante que por ningún pensamiento curioso se aparte de Vos; dadme un corazón noble que por ninguna intención siniestra se desvíe; dadme un corazón firme que por ninguna tribulación se quebrante; dadme un corazón libre que ninguna pasión violenta le domine.
Otorgadme, oh Señor Dios mío, entendimiento que os conozca, diligencia que os busque, sabiduría que os halle, comportamiento que os agrade, perseverancia que confiadamente os espere, y esperanza que, finalmente, os abrace. Dadme que me aflija con vuestras penas aquí por la penitencia, y en el camino de mi vida use de vuestros beneficios por gracia, y en la patria goce de vuestras alegrías por gloria.
Señor que vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos.
Amén.